Sucedió Que Un Viejo Comerciante Sintió La Muerte Cerca. Entonces Mandó Llamar A Sus Diez Hijos Y Les Dijo:
-Hijos míos, no tardaré en morir. Por eso he dividido mi fortuna en diez partes iguales, una para cada uno de vosotros. Pero mi hermoso palacio quiero que pase a aquel de vosotros que demuestre ser mi hijo más digno.
Y dicho esto el anciano falleció. Sus hijos se disputaron el palacio; cada uno de ellos se consideraba más digno que sus hermanos. Y como no llegaban a ningún acuerdo acudieron al juez para que pusiese paz entre ellos.
El Juez, Tras Oír Su Caso Y Meditar Largo Rato, Dijo:
-La única forma de saber a quién vuestro padre considera su hijo más digno es preguntárselo a él. Tendréis que ir a su tumba y golpearla con los bastones hasta que vuestro padre hable y designe al elegido.
Los hermanos salieron corriendo de la sala blandiendo sus bastones, impacientes por cumplir la sentencia. Solo uno se quedó atrás y se dirigió cabizbajo hacia su casa. El juez, que salió detrás de los litigantes, le siguió rapidamente y le detuvo:
-¿Por qué no vas con tus hermanos?
-Prefiero quedarme sin el palacio antes que perturbar la paz de mi padre en su tumba.
-Tú eres el hijo más digno – exclamó el juez- y tuyo será el palacio de tu padre.
ANEXO: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21).